He pasado el mes de marzo en Nueva Zelanda. Me he ido solo y
he recorrido en una campervan las dos islas y las principales ciudades. Ante la
demanda popular, voy a hacer alguna entrada para explicar el viaje y contar
algunas curiosidades. En otros post pondré fotos de las rutas y entraré en
detalles.
Lo primero que quería contar es que viajar te abre la mente,
te permite ver con una cierta distancia tu vida, tu entorno, tu país… y compararlo
con otras vidas, con otros entornos, con otros países. Cuanto más viajo, más me
convenzo de que somos muy afortunados de vivir en España. Somos un gran país. Y
dicho esto, añadiría que necesitamos cambios profundos y que los necesitamos
ya.
Y es que después de pasar un mes fuera de España, desconectado de la actualidad política y sin ningún
tipo de contacto más que wsp y videoconferencias con mi gente querida, al
volver he tenido la impresión de que todo sigue igual. Como un gatito que se
entretiene jugando con la pelota mientras los ratones pasan corriendo a su
lado, seguimos distraídos con asuntos menores en comparación con aquellos que
deberían marcar una estrategia de país. Entretanto, el mundo avanza. Asuntos
que apelan directamente a nuestras emociones llenan páginas de periódico y
horas de radio y tv, mientras el debate sobre cuestiones trascendentes queda relegado
a tiempos mejores en una suerte de día de la marmota que resulta trágico, visto
con distancia.
Empecemos por lo malo. He tenido una experiencia ciertamente
desagradable. La de tener que explicar a gran parte de la gente que me
encontraba, especialmente anglosajones, que España no es un estado opresor y
que lo del 1 de octubre en Cataluña ni fue referéndum ni tiene más validez como
consulta popular que si estando de cañas yo pregunto a mis amigos si cambiarían a su mujer por la camarera o si están a favor de que se construyan todas las carreteras cuesta abajo.
Verdaderamente me ha resultado abochornante comprobar como
un estado, con todos sus medios, sus embajadas, sus relaciones internacionales,
ha estado sesteando, mientras cuatro gatos voluntariosos han hecho llegar su posverdad
a los confines de la tierra. Ya cuando he visto que los argentinos y los
chilenos conocen a Macron y no tienen ni idea de quien es el presidente del
gobierno de España, me ha quedado todo más que claro. Desde el sofá es complicado
hacer que un país avance.
Si seguimos con las risas, porque a risa hay que tomárselo, me
gustaría contar que los Neozelandeses no conciben la corrupción en los países
avanzados. Es curioso, pero no la entienden. Tomando unas cervezas en el Octagon,
que es algo así como la plaza mayor de Dunedin, en las horas previas al Highlander-Crusaders,
la gente me preguntaba: “¿Pero de verdad que en España hay gente que se presenta
para gestionar los bienes públicos, y cuando son elegidos roban?” “No puede ser,
eso pasa en países que no son democráticos, en África y esos sitios”. En fin, después
de más de una hora no conseguí que les entrara en la cabeza. Les parecía
imposible. Ya cuando expliqué que alguno se ha vuelto a presentar a las
elecciones y ha vuelto a salir, me tomaban por loco. Menos mal que llegó un
argentino y dijo que en su país también pasaba, y explicó que, desde su punto
de vista “no tiene que ver con la cultura, sino con democracias inmaduras, que
no tienen aún implantada la rendición de cuentas en el subconsciente colectivo
de los votantes… “así como hablan los argentinos, vos ya sabés…
Ganadería de ciervos en el mount Aspiring |
Me ha llamado la atención como ataca Nueva Zelanda el
problema de la despoblación. Una estrategia claramente definida aúna turismo y
producción ganadera y agrícola para asentar población. Así pude ver cómo el
esfuerzo de la administración pública se plasma en unas rutas perfectamente
preparadas incluso en alta montaña, la misma señaléctica a lo largo y ancho de
las dos islas, y puntos de información a manta, lo que hace que sea un país
maravilloso de explorar incluso en solitario. El resultado es una naturaleza
espectacular organizada en 14 parques nacionales completamente documentados y muy
fáciles de recorrer y en los que convive perfectamente la producción agrícola y
ganadera con el turismo. Finalmente, el hecho de tener dos idiomas oficiales,
inglés y maorí no supone ningún problema a la hora de plasmar su estrategia
turística. Sin duda, un modelo a tener en cuenta.
Y como anécdota, contaré que
he volado con una compañía china. 26 horas de vuelo y 6 de escala en Shangai. Creo que he visto dos veces ponerse el sol, aunque obligan a bajar las ventanillas. La comida china, muy rica, de todas formas, la comida nunca ha sido un
problema para mi. Como decía mi abuelo: “este se come a Cristo por los pies”. Internet
tanto en el avión como en el aeropuerto, aunque no se puede acceder ni a Google,
ni a ningún otro buscador, ni a Gmail, ni a Facebook, ni a twitter ni funciona wasap… Las azafatas chinas no hablan inglés o hablan un inglés con un acento tal que
es imposible entenderse con ellas, menos mal que tanto a la ida como a la
vuelta volaron dos azafatas españolas. Me contaron que las aerolíneas chinas
están incorporando muchas. Es importante ser el segundo idioma más hablado del
mundo. Y finalmente, os cuento que vi a varios chinos volar con un aspirador
como equipaje de mano. Como ellos no hablaban inglés ni yo chino, no he podido
saber la razón. Si alguien me lo cuenta, estaré muy agradecido.
Muy bueno, Rafael. Tienes razón. Acabo de regresar de Grecia. He estado diez días y no se os puede dejar solos. La que habéis armado.
ResponderEliminarTe acabo de enviar un W. Échame una mano.
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