viernes, 25 de diciembre de 2015

UNA OPORTUNIDAD PARA ESPAÑA


Vivimos días convulsos en esta España nuestra. Los resultados electorales han caído como una losa en un país acostumbrado a valorar las cosas con el corazón y a posicionarse en rojos y azules.
Desde el corazón, el resultado es un desastre para mucha gente: “no han ganado los míos” o, lo que es peor: “han ganado los otros”. Si los líderes políticos que nos han traído hasta aquí, se comportan de la misma forma que hasta ahora, la composición del parlamento no permite ninguna posibilidad de formar gobierno, y estamos abocados a nuevas elecciones.


Unas nuevas elecciones sí que serían un desastre: además del ingente gasto que suponen en dinero y recursos, del desgaste tremendo al que se somete al ciudadano, durante meses bombardeado por consignas de forma inmisericorde; de la ocupación que la política hace de los medios de comunicación y de la vida pública, razones que, como ciudadano, me impulsarían con fuerza a huir del país hasta que pasaran dichas elecciones, además de todo esto, unas nuevas elecciones supondrían la constatación de lo peor que nos podía pasar: somos incapaces de llegar a acuerdos.

¿Será verdad que en España sólo sabemos gobernar si tenemos mayoría absoluta, bien ganada por nosotros mismos o bien obtenida a base de juntarnos con un nacionalista que dispone de los diputados que nos faltan, y cuyo apoyo conseguimos dándole unos milloncejos para que se luzca ante su electorado?

¿Será verdad que el único modo de gobernar que sabemos, es el de imponer nuestras ideas con el rodillo y dar explicaciones a través del plasma?

¿Será verdad que el día que perdemos unas elecciones, nos resignamos a pasar sentados en nuestros escaños cuatro años, desde el inmovilismo, oponiéndonos a todo lo que dice el que manda, y creando un clima de opinión que nos permita ganar cuatro años después y tirar abajo todo lo que ha hecho el que ahora está?

¿Será verdad que hay tanta gente comiendo de la política en las estructuras de los grandes partidos, y en las altas esferas de la administración, que sólo se pueden mantener desde el ejercicio absoluto del poder?



Me resisto a tragar con esta realidad que se nos presenta. Los españoles llegamos a acuerdos de continuo. En nuestro trabajo, en las actividades sociales que realizamos, incluso en nuestras familias ha desaparecido la figura patriarcal del ordeno y mando, que era el modelo de hace treinta años, y hoy lo normal es ver a parejas compartiendo las decisiones, los trabajos y las responsabilidades que suponen sacar a una familia adelante.



En estos días hemos escuchado multitud de veces la palabra “no” referida a las relaciones entre los partidos. A los líderes políticos se les llena la boca con las líneas rojas que no se pueden tocar, en un mensaje becerril destinado a un votante enfervorizado y centrado en el enfrentamiento. Con una cortedad de miras que sonroja, muestran primero lo que les desune, que aquellos puntos que podrían compartir o donde podrían llegar a acuerdos. Pues bien, les diré dos cosas, primera: nos guste o no, vivimos juntos en este país cuarenta millones de personas, cada uno de su padre y de su madre, segunda: en mi opinión sólo hay una línea roja: la corrupción debe perseguirse y erradicarse de este país.



A partir de aquí. hacen falta estadistas, hacen falta gestos y quizá hagan falta sacrificios. Durante la campaña han repetido hasta la saciedad cómo odian al oponente, lo indecente o lo ruin que es, piensan que sus votantes están posicionados detrás de ellos, porque esos votantes han sido machacados con la consigna del “me opondré”, “no permitiré”, “nunca con mi apoyo”, “hay que impedir que se junten estos con estos otros...” Pues bien, después de tanta becerrada, y viendo cómo ha quedado la cosa, a lo mejor hay que bajarse un poquito los pantalones...

Alguno ha abierto la boca de forma harto imprudente, en un mensaje dirigido al enfrentamiento, y hoy, en diciembre de 2015, los españoles quieren de forma mayoritaria un gobierno. Diría mas: los españoles necesitan un gobierno. Y un gobierno que dirija el país pensando en el bien común, con altura de miras, que cambie la dinámica en la que nos han metido políticos de medio pelo, y que nos den a nosotros y a nuestros hijos un mejor país en el que vivir.



El Partido Popular ha ganado las elecciones. En mi opinión, debe gobernar. Pero la legislatura que acaba de cerrar Mariano Rajoy ha sido todo lo contrario de lo que se pretende que sea esta, tal y como ha quedado compuesta la cámara de representantes. Mariano Rajoy ha mostrado durante estos años de mayoría absoluta, un modo de trabajar basado en la imposición cuando puede, en la inacción cuando no puede y en una pésima comunicación que sin duda lastraría el periodo que encaramos estos días. Es comprensible el rechazo que genera su figura como presidente, no sólo entre los votantes de otras formaciones, sino entre muchos de sus propios votantes, que han apoyado a su formación por congruencia con el mensaje o por “miedo a lo que viene”, pero no por adhesión a su líder. Estamos viendo que su sola presencia imposibilita el acuerdo, por esa oposición frontal de las formaciones a las que ha ninguneado y de las que hoy necesita el apoyo. Pues bien. Quizá haya llegado el momento de que haga un sacrificio y de un paso a un lado, dejando su puesto a una mujer joven, Soraya Sáenz de Santamaría, con una imagen mucho menos desgastada y una acogida por parte de los votantes muy diferente a la suya. 

En este punto el PP ya habría hecho el primer movimiento. El sacrificio que la ciudadanía requiere al PSOE pasa por una abstención en la votación de investidura que permitiera formar gobierno al PP. Con dos decisiones de ese calado, duras de tomar por cada uno de los protagonistas, y el comportamiento que C´s ha mostrado en Andalucia y Madrid, el camino estaría claro para el resto de formaciones y el mensaje a los ciudadanos y al mundo, sería contundente y muy esperanzador.



Una vez aquí, los ciudadanos no queremos acuerdos que supongan un mercadeo de colocaciones de amiguitos en empresas públicas y administraciones para ganar apoyos. Aquí pongo yo al mío y allí, mas allá hay un puesto para el tuyo. No queremos ver desigualdades en el reparto del dinero público, favoreciendo a unas regiones sobre otras, no queremos ver leyes de educación que duran una legislatura o menos. No queremos ver favoritos ni olvidados. Una vez aquí es el momento de un gran pacto por la educación, de tender una mano a los catalanes, de un nuevo acuerdo sobre pensiones, de reformar el mercado laboral, de acordar una nueva reforma fiscal, de consensuar la política internacional y ¿por que no? De despolitizar la justicia o de reformar la ley electoral para que el voto de cada español valga lo mismo, de que llegue la meritocracia a la administración, ¿veremos algún día un embajador que llegue al puesto por oposición y no cambie con el cambio de gobierno?. ¿veremos oposiciones a directores generales en la administración?



Los ciudadanos han puesto un reto a sus representantes. La historia les juzgará por lo que hagan estos días. Pueden ser recordados como héroes o como villanos pero su decisión, para bien o para mal la pagaremos los españoles.

Todos juntos podemos hacer un país mejor que cada uno por separado. Los españoles valemos mucho y ha llegado el momento de demostrárselo al mundo.