Aunque ya hace tiempo que volví, estos meses han sido de
mucho ajetreo, y no he tenido muchos ratos para escribir, así que ha tenido que
llegar agosto para que me ponga a contar algún detalle de la aventura. Pido
disculpas a todos los que me habéis dado la paliza sin descanso durante estos
meses y espero que estas entradas sirvan a aquellos que tienen interés en
acercarse a la otra punta del mundo, o, simplemente, os ayuden a pasar un rato
agradable en vuestras tardes estivales.
Esta segunda entrada quiero que trate de lo mejor, a mis
ojos, evidentemente. Nueva Zelanda es un país espectacular si hablamos de naturaleza. Tienen
14 parques naturales muy cuidados y con rutas perfectamente señalizadas, la
población es la más multiétnica del mundo, rubios, morenos, pelirrojos, latinos
chinos, árabes, hindús, negros, mulatos, maorís, aborígenes australianos…y es
de admirar como, al menos por lo que yo he podido ver, que luego en todas las
casas cuecen habas, todas las etnias están integradas y conviven sin ningún
tipo de prejuicio pudiendo encontrar frecuentemente parejas de todo tipo. El neozelandés
tipo suele ser muy amable, y el país completamente seguro, de forma que es habitual
encontrarte con personas, curiosamente sobre todo mujeres, que viajan solas.
Por centrar al lector, hablaré brevemente de mí, de cara a
enmarcar mis gustos y justificar mi elección sobre lo mejor de Nueva Zelanda.
Me gusta la naturaleza y el rugby, me gusta viajar a mi aire, huyendo de los
viajes organizados y disfruto más un bocadillo en lo alto de una montaña, con
buenas vistas después de una ruta dura, que una cena en un restaurante de cinco
tenedores. Después de haber hecho esta aclaración, comencemos con lo que a mi
juicio ha sido lo mejor:
Tongariro. Un paseo por Mordor.
El Tongariro National Park es el enclave donde Peter Jackson
rodó las escenas de Mordor de la trilogía del Señor de los anillos. La mejor
forma de conocerlo es hacer el Tongariro Alpine Crossing, una ruta de unos 20
km que te permite acceder al Mount Nguruhoe, el monte del destino en la saga
cinematográfica. Es una ruta exigente, pero no dura, y es lineal, no circular,
de forma que al punto de partida se accede con un shuttle. He visto varios
paisajes volcánicos, pero Tongariro es lo más espectacular que he visto nunca.
Diferente a todo lo demás. Un desierto de azufre, con heridas en cada vista,
con lagunas verdosas y fumarolas que avisan de que la cosa por allí abajo está
que arde. Es preciso ir bien equipado, porque los cambios de tiempo son
repentinos. Durante mi ruta, me llovió, me azotó el viento con todas las ganas,
niebla, luego salió el sol… como los partidos en primavera de Pepe Rojo… así
que, además de las botas de montaña, tienes que ir con abrigo, polar, impermeable,
gorra, gafas de sol, crema solar y manga corta.
Un abrazo muy fuerte a Juan Manuel Fascia, Leo, los otros
Juanes y el resto de mis compañeros de ruta. Una ruta en la que me acabaron
doliendo más los músculos de la risa que las piernas. Viva Rosario.
Waitomo caves
Son unas cuevas en la isla norte que terminan con un arroyo
subterráneo navegable. Hasta aquí todo visto. La particularidad es que el techo
de la cavidad navegable está lleno de gusanos luminiscentes. La navegación en
silencio, con el único ruido de la barcaza surcando el agua y la única iluminación
de la tenue luz azul del techo resulta un ambiente mágico y… esto lo negaré
siempre, y lo pongo porque sé que no me lee nadie…extremadamente romántico. Hasta
el punto de que cuando el chino de al lado me rozó la pierna, toda mi vida pasó
ante mí en un segundo...
Los preliminares constan de una visita guiada a la cueva
seca, donde se pueden ver estalactitas y estalagmitas tremendas y el guía maorí
nos deleita con un pequeño recital para mostrar la acústica del recinto.
Pónganse en situación, 1,90 de altura y 150 kg de maorí, como poco, cantando
ópera a pleno pulmón. Te sientas en la barquita ya con la sensibilidad a flor
de piel, la verdad. Lo tienen muy bien pensado, los jodíos.
Desgraciadamente, de las cuevas no tengo fotos. Están
prohibidas. Se pueden hacer una idea con las imágenes que circulan por la red.
Rugby
El Super-Rugby es, como si dijéramos, la Champions de rugby
del hemisferio sur. Este año la han jugado 15 equipos de Nueva Zelanda,
Australia, Sudáfrica, Argentina y Japón. Hace unos días los Crusaders de
Christchurch (isla sur de NZ) se han proclamado campeones por segundo año
consecutivo. El rugby fue otro de los motivos del viaje. Cuando lo planifiqué,
me propuse ver al menos dos partidos. Finalmente, acudí al Hurricanes-Crusaders
(campeón 2016- campeón 2017), en Wellington, la capital del país, y al
Highlanders-Crusaders (campeón 2015-campeón 2017) en Dunedin, isla sur.
Debo decir que las dos experiencias fueron tremendas, pero
con sus particularidades. Los Hurricanes, donde juega el mejor jugador del
mundo 2017, Beauden Barrett, juegan en Wellington, la capital de Nueva Zelanda.
Wellington es una ciudad preciosa y grande, y los Hurricanes un equipo rico,
con un importante patrocinador. El partido en el Westpac stadium fue pura
ostentación de recursos, un estadio nuevo, bien dotado, con cerveza y perritos
calientes por todos los lados, a veces pensé que estaba en la NBA, casi un
acontecimiento social, chulo, bien, vale, pero le falto algo, llamémoslo sabor.
Un abrazo a Peter, a Dennis y a Laura. Este año tampoco pudo ser,
cayeron en semis con los Crusaders como les dije. Aunque sólo se lo dije por
chinchar, acerté.
Dunedin es una ciudad pequeña de la isla sur. Fundada por
escoceses, el paso diario lo marca la vida universitaria. El campus de la
universidad de Otago rodea el Forsyth Barr Stadium, donde juegan los
Highlanders, los Ourlanders, como les gusta decir a la gente de Dunedin. Se
respira rugby por los cuatro costados: los carteles por todas partes, las
cervezas previas en el Octagon, el camino al estadio, el estadio de unos 20.000
espectadores lleno hasta la bandera, la banda de gaiteros, tocando Scotland the brave, a los que me conocéis no hay que daros muchos más detalles, y … algo que me resultó muy curioso… me
pareció que había en el estadio más mujeres que hombres. Resultó impactante que
los cánticos y las canciones de la grada de animación, en lugar de sonar
graves, lo propio cuando cantan hombres, sonaran con un tono agudo. En fin, puede
que no tuviera el glamour del Westpac, pero me supo mucho mejor. Disfruté cada
minuto que estuve en Dunedin y el partido fue una experiencia brutal. A pesar de
los peinados de Aaron Smith, ahora soy un Highlander más. Muchas gracias a
Harry, un chaval de doscientos cincuenta años, como él me dijo, con cuarenta
años a sus espaldas jugando al rugby, fue un placer ver ese partido con él.
Esto es lo que yo viví como lo mejor. Cuando he hablado con amigos o conocidos que han visitado Nueva Zelanda, cada uno guarda en su memoria o en su corazón algo diferente, y eso puede ser lo más maravilloso que se puede decir de un país.
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