lunes, 13 de agosto de 2018

Nueva Zelanda 2. Lo mejor


Aunque ya hace tiempo que volví, estos meses han sido de mucho ajetreo, y no he tenido muchos ratos para escribir, así que ha tenido que llegar agosto para que me ponga a contar algún detalle de la aventura. Pido disculpas a todos los que me habéis dado la paliza sin descanso durante estos meses y espero que estas entradas sirvan a aquellos que tienen interés en acercarse a la otra punta del mundo, o, simplemente, os ayuden a pasar un rato agradable en vuestras tardes estivales.

Esta segunda entrada quiero que trate de lo mejor, a mis ojos, evidentemente. Nueva Zelanda es un país espectacular si hablamos de naturaleza. Tienen 14 parques naturales muy cuidados y con rutas perfectamente señalizadas, la población es la más multiétnica del mundo, rubios, morenos, pelirrojos, latinos chinos, árabes, hindús, negros, mulatos, maorís, aborígenes australianos…y es de admirar como, al menos por lo que yo he podido ver, que luego en todas las casas cuecen habas, todas las etnias están integradas y conviven sin ningún tipo de prejuicio pudiendo encontrar frecuentemente parejas de todo tipo. El neozelandés tipo suele ser muy amable, y el país completamente seguro, de forma que es habitual encontrarte con personas, curiosamente sobre todo mujeres, que viajan solas. 

Por centrar al lector, hablaré brevemente de mí, de cara a enmarcar mis gustos y justificar mi elección sobre lo mejor de Nueva Zelanda. Me gusta la naturaleza y el rugby, me gusta viajar a mi aire, huyendo de los viajes organizados y disfruto más un bocadillo en lo alto de una montaña, con buenas vistas después de una ruta dura, que una cena en un restaurante de cinco tenedores. Después de haber hecho esta aclaración, comencemos con lo que a mi juicio ha sido lo mejor:

Tongariro. Un paseo por Mordor.

El Tongariro National Park es el enclave donde Peter Jackson rodó las escenas de Mordor de la trilogía del Señor de los anillos. La mejor forma de conocerlo es hacer el Tongariro Alpine Crossing, una ruta de unos 20 km que te permite acceder al Mount Nguruhoe, el monte del destino en la saga cinematográfica. Es una ruta exigente, pero no dura, y es lineal, no circular, de forma que al punto de partida se accede con un shuttle. He visto varios paisajes volcánicos, pero Tongariro es lo más espectacular que he visto nunca. Diferente a todo lo demás. Un desierto de azufre, con heridas en cada vista, con lagunas verdosas y fumarolas que avisan de que la cosa por allí abajo está que arde. Es preciso ir bien equipado, porque los cambios de tiempo son repentinos. Durante mi ruta, me llovió, me azotó el viento con todas las ganas, niebla, luego salió el sol… como los partidos en primavera de Pepe Rojo… así que, además de las botas de montaña, tienes que ir con abrigo, polar, impermeable, gorra, gafas de sol, crema solar y manga corta. 



Un abrazo muy fuerte a Juan Manuel Fascia, Leo, los otros Juanes y el resto de mis compañeros de ruta. Una ruta en la que me acabaron doliendo más los músculos de la risa que las piernas. Viva Rosario. 

Waitomo caves

Son unas cuevas en la isla norte que terminan con un arroyo subterráneo navegable. Hasta aquí todo visto. La particularidad es que el techo de la cavidad navegable está lleno de gusanos luminiscentes. La navegación en silencio, con el único ruido de la barcaza surcando el agua y la única iluminación de la tenue luz azul del techo resulta un ambiente mágico y… esto lo negaré siempre, y lo pongo porque sé que no me lee nadie…extremadamente romántico. Hasta el punto de que cuando el chino de al lado me rozó la pierna, toda mi vida pasó ante mí en un segundo...

Los preliminares constan de una visita guiada a la cueva seca, donde se pueden ver estalactitas y estalagmitas tremendas y el guía maorí nos deleita con un pequeño recital para mostrar la acústica del recinto. Pónganse en situación, 1,90 de altura y 150 kg de maorí, como poco, cantando ópera a pleno pulmón. Te sientas en la barquita ya con la sensibilidad a flor de piel, la verdad. Lo tienen muy bien pensado, los jodíos.

Desgraciadamente, de las cuevas no tengo fotos. Están prohibidas. Se pueden hacer una idea con las imágenes que circulan por la red.

Rugby

El Super-Rugby es, como si dijéramos, la Champions de rugby del hemisferio sur. Este año la han jugado 15 equipos de Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica, Argentina y Japón. Hace unos días los Crusaders de Christchurch (isla sur de NZ) se han proclamado campeones por segundo año consecutivo. El rugby fue otro de los motivos del viaje. Cuando lo planifiqué, me propuse ver al menos dos partidos. Finalmente, acudí al Hurricanes-Crusaders (campeón 2016- campeón 2017), en Wellington, la capital del país, y al Highlanders-Crusaders (campeón 2015-campeón 2017) en Dunedin, isla sur. 

Debo decir que las dos experiencias fueron tremendas, pero con sus particularidades. Los Hurricanes, donde juega el mejor jugador del mundo 2017, Beauden Barrett, juegan en Wellington, la capital de Nueva Zelanda. Wellington es una ciudad preciosa y grande, y los Hurricanes un equipo rico, con un importante patrocinador. El partido en el Westpac stadium fue pura ostentación de recursos, un estadio nuevo, bien dotado, con cerveza y perritos calientes por todos los lados, a veces pensé que estaba en la NBA, casi un acontecimiento social, chulo, bien, vale, pero le falto algo, llamémoslo sabor. 

Un abrazo a Peter, a Dennis y a Laura. Este año tampoco pudo ser, cayeron en semis con los Crusaders como les dije. Aunque sólo se lo dije por chinchar, acerté.

Dunedin es una ciudad pequeña de la isla sur. Fundada por escoceses, el paso diario lo marca la vida universitaria. El campus de la universidad de Otago rodea el Forsyth Barr Stadium, donde juegan los Highlanders, los Ourlanders, como les gusta decir a la gente de Dunedin. Se respira rugby por los cuatro costados: los carteles por todas partes, las cervezas previas en el Octagon, el camino al estadio, el estadio de unos 20.000 espectadores lleno hasta la bandera, la banda de gaiteros, tocando Scotland the brave, a los que me conocéis no hay que daros muchos más detalles, y … algo que me resultó muy curioso… me pareció que había en el estadio más mujeres que hombres. Resultó impactante que los cánticos y las canciones de la grada de animación, en lugar de sonar graves, lo propio cuando cantan hombres, sonaran con un tono agudo. En fin, puede que no tuviera el glamour del Westpac, pero me supo mucho mejor. Disfruté cada minuto que estuve en Dunedin y el partido fue una experiencia brutal. A pesar de los peinados de Aaron Smith, ahora soy un Highlander más. Muchas gracias a Harry, un chaval de doscientos cincuenta años, como él me dijo, con cuarenta años a sus espaldas jugando al rugby, fue un placer ver ese partido con él.

Esto es lo que yo viví como lo mejor. Cuando he hablado con amigos o conocidos que han visitado Nueva Zelanda, cada uno guarda en su memoria o en su corazón algo diferente, y eso puede ser lo más maravilloso que se puede decir de un país.

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