miércoles, 14 de enero de 2015

Piscina de la Almendrera. Lo que no se sabe I



Una vez relatados los hechos, vamos a contar aquello que no se sabe, aunque es cierto que hay cosas tan evidentes, que no es preciso ni explicarlas. 

La piscina de la Almendrera nació con deficiencias de construcción. Responsables, la empresa constructora y el director de obra. A pesar de ello, la obra se recepcionó por parte de EMUVA, es decir, por parte del ayuntamiento como concluida satisfactoriamente. 

Durante la fase de explotación, dichas deficiencias se agravan, y aparecen nuevas deficiencias, fruto del nulo mantenimiento por parte de la empresa concesionaria y de la dejación de funciones por parte del ayuntamiento que no obliga a la constructora a reparar los defectos de construcción. Unos por otros, la degradación es continua e imparable. 

Cuando Sidecu hace mutis por el foro, y alega las deficiencias que disparan el coste de explotación, el ayuntamiento saca un nuevo concurso, e incluye en las condiciones obras de rehabilitación. No podemos dar fe sobre si se hicieron o no, pero con lo “disputado” (modo irónico) que estuvo el concurso y con lo que ha pasado posteriormente, no hay que ser muy listo para saber lo que pasó. Cuando una empresa como Sidecu (hoy Supera) sale de una explotación de este tipo, el mercado sabe lo que hay.   

Para que la piscina de la Almendrera resulte rentable a una empresa privada, debería tener un uso mucho más intensivo del que ha tenido. Pocos socios y poca imaginación para incrementarlos hacen insostenible su explotación. Primero Sidecu y después G2 se dan cuenta de que no hay negocio por ningún lado. El ayuntamiento, que externaliza como nadie aunque tiene una plantilla como si lo hiciera él, deja pasar el tiempo. A los bajos ingresos se unen unos costes de explotación que nadie previó: Agua y gas. Fruto de las deficiencias ya apuntadas.

Cuando el asunto estalla en las manos del ayuntamiento, cualquier equipo gestor con dos dedos de frente, se hubiera planteado dos alternativas: cerrar, o mantener el servicio en verano poniendo los recursos que hubieran hecho falta (léase socorristas y taquilleros), de forma que en la época de uso mas intensivo de la piscina por parte de los vecinos, estos pudieran disfrutar de una instalación que han pagado, y bien pagada.

No sabemos si ambas alternativas se plantearon, el hecho es que la piscina se cerró, y los vecinos peregrinamos a bañarnos a donde pudimos. El servicio de autobuses no fue solución para muchos de nosotros y tiramos de coche y de lo que hizo falta para que nuestros niños chapotearan en esa época estival. En fin, llegó un momento en que ni siquiera nos acordamos que teníamos una piscina al lado de casa, somos animales de costumbres y los políticos lo saben bien. 

Continuara...