viernes, 4 de noviembre de 2016

La educación, esa gran desconocida. Por Marta Sanz



En estos últimos días, apenas un mes después de haber comenzado las clases, se han iniciado las movilizaciones estudiantiles, familiares y profesionales relacionadas con la educación. Todos formamos parte de estos colectivos, todos aparentamos estar preocupados por la educación y todos tenemos opinión de cómo debería ser o cómo se podría mejorar la educación en España, eso sí, nunca coincidiendo con la Ley Orgánica en vigor. Resulta muy curioso que la educación nunca aparezca como uno de los temas que más preocupan a los españoles según las encuestas del CIS. 

Aparece el paro, evidentemente tenemos una tasa de paro excesiva para la economía del país, y es un problema grande para las familias que lo padecen. También aparece, siempre en las primeras posiciones del ranking, la corrupción. En este caso resulta muy llamativo que aparezca como una gran preocupación y por otra parte se vuelven a votar a los partidos que están siendo juzgados por corrupción, por lo tanto, no pasa mucha factura, parece que se queda con una queja social emitida a gritos y hasta aquí puedo leer como decía Mayra Gómez Kemp en el famoso programa del “Un, dos, tres…”

Así pues, estos dos temas nos preocupan, pero la educación no. De la educación nos olvidamos. Se lo dejamos a los políticos que hasta ahora han gobernado para que “jueguen” con ella. Como es sabido, las leyes educativas han ido cambiando según el partido que gobernase. Actualmente se mantiene en vigor la LOE del gobierno de Zapatero (aunque la mayoría de ciudadanos lo desconoce), la LOMCE, más conocida por Ley Wert, conlleva una reforma educativa en los niveles de primaria y secundaria y desarrolla en un único artículo las modificaciones que aporta a la ley vigente, la de Zapatero.
Curiosamente, los temas que más han llegado a la opinión pública, gracias a la propaganda mediática de partidos como Podemos o PSOE, son la continuidad de las clases de religión en centros públicos y las controvertidas reválidas. El hecho de que los alumnos adquieran un nivel óptimo de formación, no parece importante. Pero ¿qué son las reválidas? Son unas pruebas de evaluación final al terminar las distintas etapas educativas, con excepción de la etapa más larga, primaria, en la que decidieron poner otra prueba a mitad de etapa, por lo tanto se hacen en 3º y 6º de primaria, 4º de ESO y 2º de Bachillerato. Y se supone que se realizarán al finalizar el curso.
Primer inconveniente:  el curso pasado ya entró en vigor en los cursos de primaria, no se vinculaba el resultado a la nota obtenida pero esa nota acompañará al alumno/a en su expediente académico. La prueba se realizó antes de acabar el curso, por lo que el examen, al ser institucional, contenía temario que aún no se había impartido, las asignaturas de las que se examinaba eran, según la ley, lengua, matemáticas, ciencias e inglés, se quitó inglés y en ciencias había contenido que en nuestra comunidad no se impartía. ¿Cómo podemos examinar al alumnado español de los mismos contenidos, si cada comunidad autónoma desarrolla la ley a su manera? 

 

Sin lugar a dudas, es necesario un Pacto de Estado por la Educación, no es cuestión de hacer veinte mil exámenes a los alumnos, así tampoco se controla al profesorado, que parece ser otra de las razones de estas pruebas, o al menos esa sensación es la que da. Hay que unificar criterios y que no haya tanta diferencia entre las comunidades autónomas, la Educación debe dejar de ser el juguete roto que todos los partidos ansían, no se debe adoctrinar sino educar, solo lo conseguiremos con un profesorado motivado y bien preparado. Las familias deben estar correctamente informadas y colaborar con los centros educativos. Un estado con fracaso escolar, es un estado condenando su futuro.

La apuesta es ofrecer igualdad de oportunidades,  reconocer, formar y evaluar a los docentes, dotar de autonomía a los centros con mayor flexibilidad interna, fomentar un papel activo de las familias, apostar por una verdadera inmersión lingüística, mejorar las competencias cognitivas y no cognitivas, trabajar valores cívicos y el pensamiento crítico, incluir un aprendizaje social y emocional, fomentar la cultura del aprendizaje permanente y evaluar de manera sistemática y rigurosa.

Estoy segura de que el lector mantiene en el recuerdo a un maestro de su etapa de estudiante, creo que apuesto sobre seguro si aventuro que será un recuerdo afectuoso. No podemos dejar de reivindicar que esta profesión vuelva ser respetada porque de ella depende la educación de nuestros hijos y ellos son nuestro futuro.

Marta Sanz Gilmartín es maestra

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